VENTANA DE CINE

 

EL CASO SLOANE

2017, DRAMA, USA, 133 minutos
DIRECTOR        JOHN MADDEN
INTERPRETES    JESSICA CHASTAIN (Elizabeth Sloan), MARK STRONG (Schmidt),  GUGU MBATHA-RAW (Esme Manucharian), ALISON PILL (Jane Molloy), JAKE LACY (Robert)

Guion: Jonathan Perera. Música: Max Ritcher.  Fotografía: Sebastián Benklov. Producción: Ariel Zeitoun

CALIFICACIÓN: 9, brillante

ARGUMENTO

Elizabeth Sloan, es una brillante gestora que trabaja en Washington  para un lobby, esos bufetes que se dedican a tratar de ganar votos o dinero para una causa determinada.

A la oficina llega un día el presidente de la Asociación de fabricantes de Armas para que consigan que sea rechazada una ley que trata de introducir nuevos criterios que pongan trabas a la venta de armas. Pero Elizabeth, que ha tenido un enfrentamiento con su jefe al menospreciar los argumentos de quien quiere contratarla, decide pasarse al grupo que trata de influir para que la ley sea aprobada.  

COMENTARIO

Ahora mismo, sólo hay dos actores que me lleven a ver una película: George Clooney (aunque no siempre esté bien) y Jessica Chastain (que nunca defrauda). Esta es una película que está en manos de esta maravillosa actriz que siempre se ajusta a su papel, como una nueva Catherine Hepburn.

Su personaje, dibujado con trazos precisos y detalles ajustados, es una mujer fuerte, inteligente, brillante, sin criterios éticos que le impidan conseguir sus fines y, por tanto, manipuladora, implacable y lista. Al mismo tiempo, es una mujer solitaria que tiene que pagarse los acompañantes nocturnos, desangelada emocionalmente, adicta al trabajo del que no puede despegarse y que para mantenerse despierta no deja de tomar unas pastillas estimulantes a las que tiene adicción.

A este personaje hay que introducirlo en un lobby, una de esas empresas, tan sorprendentes e incomprensibles en Europa pero naturales y reconocidas en USA, que se dedica a captar las voluntades de los senadores que tienen que votar una ley y los  capitales necesarios para financiar las campañas de partidarios y detractores de la ley en debate. A Elizabeth le da lo mismo defender una cosa u otra. No es defensora de la segunda enmienda (la que garantiza el derecho de todo ciudadano a portar armas) pero tampoco la combate. Si decide cambiar de bando es por orgullo. Un orgullo herido por la reprimenda de su jefe tras haber menospreciado al presidente del consorcio de armas, que es un buen cliente de la empresa, y a quien ella ha tachado poco menos que de paleto indocumentado. Y entonces, en el horizonte de  su experiencia vital se cruza algo que le atrae especialmente: por una parte no depender de nadie al trabajar para una pequeña empresa y por otra derrotar a la vez a su propia empresa y a los poderosos lobby que defienden a los grupos armamentistas. Sin apenas medios el reto es demasiado tentador para ella. 

De fondo, como los mcguffin de Hitchock, queda el debate de las armas, porque en realidad lo que le interesa al cineasta es seguir a un personaje como Elizabeth y el surgimiento de sentimientos y criterios morales en sus decisiones. De repente, se sentirá vulnerable porque hay gente a la que aprecia y puede ser víctima de la inmoralidad que rige su forma de actuar. Y en cada decisión, en cada camino a tomar, siempre hay un dilema moral que resolver. Y, al final, hay que aceptar una dura penitencia si se quiere alcanzar la redención.

Intensa, brillante y apasionante. No es sencilla, pero es deslumbrante. Cine de verdad.

Segovia, 30 de mayo de 2017

 

            Jesús Riaza